Preludio
No seré yo quien rompa este silencio
de amaneceres blancos, de esperanzas,
de lluvias dulces y de intensas miradas,
de caricias fortuitas o tímidos abrazos.
No seré yo quien, llegado el momento,
esquive el roce de tu sonrisa eterna,
quizá baje la mirada débilmente
estudiando la textura de tus labios.
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